Amor vs Disciplina

¿Qué es preferible: darle mucho amor a nuestros hijos a costa de la disciplina, o criarles usando normas estrictas en detrimento de nuestra relación con ellos? Muchos de nosotros diríamos que es mejor ser un padre cariñoso y laxo a ser un padre estricto y frío, pero sería una respuesta más alejada de la realidad de lo que pensamos. Así, diversas investigaciones científicas afirman que ambas perspectivas por sí solas NO funcionan. Y si se dan juntas pero no están bien equilibradas TAMPOCO serán positivas. Es por ello que quizás deberíamos de replantear la pregunta de la siguiente forma: ¿se puede compaginar el ser un padre cariñoso con el establecimiento de normas y reglas estrictas?

Esta cuestión ha sido analizada desde lo que se conoce como los “estilos de crianza”. En ellos, podemos imaginar que existen dos ejes independientes que se cruzan entre sí. En uno de ellos encontraríamos la disciplina, a través del cual vemos desde padres que permiten todo a sus hijos hasta aquellos que controlan el más mínimo detalle de sus vidas mediante normas y órdenes desorbitadas. En el otro eje encontramos el amor, pasando por padres que adoran a sus hijos hasta aquellos que no les ofrecen ninguna muestra de cariño (por extraño que parezca, efectivamente existen). Es en la interacción entre ambos ejes, el control y el cariño, que nos topamos con los distintos estilos de crianza que pueden presentar los padres.

  1. Comenzamos así la con la NEGLIGENCIA, la cual supone que ni se ponen normas a los hijos ni se les trata con amor. De alguna manera, estaríamos hablando de padres ausentes que no prestan atención a los pequeños.
  2. De ahí pasamos al AUTORITARISMO, presente cuando se da un alto control o una exigencia desproporcionada hacia los hijos sin haber muestras de cariño hacia ellos. Podríamos hablar por tanto de padres muy rígidos y estrictos, que o bien “no quieren” a sus hijos o que nunca les demuestran ese amor.
  3. Otra opción sería la combinación contraria, conocida como la PERMISIVIDAD: el ser un padre totalmente indulgente con los pequeños que les da mucho cariño. Aquí podemos hablar de padres despreocupados por la disciplina, que permiten a los hijos hacer básicamente todo lo que les plazca.
  4. Y finalmente nos quedaría la combinación del amor y el control, también conocida como DEMOCRACIA. En ella, vemos a padres que quieren a sus hijos y que les demuestran ese amor, a la vez que aplican normas y reglas en casa para regular su comportamiento. Además, supone que existe un equilibrio en ambos ejes: se quiere y se maneja en su justa medida, sin caer en el paternalismo, la sobreprotección, el exceso de control…

¿Y cuál de los estilos parentales es “el mejor”? Resumiendo mucho lo que han encontrado la Psicología al respecto, podemos quedarnos con la conclusión de que SOLO el estilo parental DEMOCRÁTICO se asocia a un desarrollo adecuado tanto a nivel emocional como social en los pequeños.
Esto es así porque los niños necesitan recibir amor, y sobre todo, sentir que sus padres están ahí cuando les necesitan. O en otras palabras: no es suficiente que los padres quieran a sus hijos, tienen que demostrarlo. Junto a ese amor, los pequeños necesitan normas y disciplina no solo para “no portarse mal”, sino para aprender a portarse bien. Esto implica que los padres deben ayudar y guiar a sus hijos para que asuman responsabilidades, enseñarles a tratar correctamente a los demás, explicarles cómo resolver conflictos con otros niños asertivamente…

Frente a todo lo anterior, el resto de estilos parentales se han asociado tanto a un desarrollo negativo en los ámbitos sociales y emocionales como a un mayor riesgo de sufrir problemas en la gestión de emociones, intolerancia a la frustración e incluso trastornos como la ansiedad o la depresión infantil y adolescente. EN NINGÚN CASO el ser solamente controlador o solamente cariñoso aumentará la probabilidad de que nuestros hijos crezcan de una manera saludable. Es por ello que si queremos favorecer un buen desarrollo psicológico en nuestros hijos debemos de quererlos, demostrarles que les queremos, y asegurar que siguen una serie de normas adecuadas a su edad. En resumen: compaginar el amor y la disciplina.

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